martes, 9 de agosto de 2011

CONCIERTO SOBRE EL FUEGO - Poética culinaria

Concierto sobre el fuego
Una ráfaga incesante de picardía erótica en un plato de comida

Dina Luz Pardo Olaya , cuyo nombre podría ser el comienzo de un largo o corto poema, se ha esporrondingado con diecisiete poemas en su libro Concierto sobre el fuego – poética culinaria, en donde la magia de la palabra discurre lenta y paulatinamente como las olas del mar con una fuerza impetuosa que avasallan al lector. Ésta poetisa currambera, o mejor sincelejana, que tiene el sabor del mote de palmito, con una prosa poética, suave y armoniosa, teje una madeja de erotismo y poesía, poesía y erotismo con un trasfondo de cocina, en que el ámbito que circuye cada verso lleva inmerso un ají o la picardía propia del sentido sicalíptico.

Es posible que si este opúsculo hubiese visto la luz, no la luz de la autora, sino la del tiempo en otras épocas, ya lo hubiesen vilipendiado y anatematizado por escandaloso contra las buenas costumbres y la moral cristiana. Y la Iglesia hubiera ordenado la excomunión de su autora, la supresión de la obra y que esta se echara al fuego purificador como indecente oprobio del gusto y la razón.

A Dina Luz, con este poemario, cualquiera persona de mediana cultura en los quehaceres poéticos, podría calificarla de “bárbara”. Y es así. Se nota que la poetisa tiene la intención de romper el hielo en que se mueve ambiente poético, un ambiente plano, acartonado y timorato de la poesía actual, al atreverse a jugar con las metáforas y a crear una sensación erótica en el lector a medida que degusta un plato y otro plato. Podrían calificarse de epitalamios, pero éstos, eran poemas que cantaban los desposados en la noche de bodas antes del himeneo. Sin embargo, podría decirse que la diferencia radicaría en que la invitación en el epitalamio tradicional la cantaba el poeta en tálamo nupcial y en los poemas de Dina Luz, es la dama la que invita a que todo se haga en la cocina, en la estufa o en el mesón.

Pero…cuando fusiono la cocina con eros

cuando me invento fórmulas para adobar al hombre que amo,

con mis manos, con mi boca, con mis fuegos, con los suyos,



Y como si estuviese en el tálamo, La receta de hoy es la invitación al erotismo

La cocina espera por mí //

para hacer contigo mi mejor receta.//



Combina los elementos propios de la cocina tradicional, Salmón a las finas hierbas y mediante un juego de metáforas incita al erotismo cotidiano:

Sentirte entre mi lengua y mi paladar,

con cada una de mis glándulas gustativas,

concebirte llegar a mi estómago,

y saberte desde allí, nutriéndome,

fortaleciéndome, robusteciéndome.



Finaliza con una advocación extremadamente erótica y llena de picardía, que podría decirse se acerca las fronteras del morbo:

Sentirte entre mi lengua y mi paladar,

con cada una de mis glándulas gustativas,

concebirte llegar a mi estómago,

y saberte desde allí, nutriéndome,

fortaleciéndome, robusteciéndome.



El mérito del libro es que nada en los poemas queda suelto, nada le deja la pluma de Dina Luz al azar. Desde el color amarillo que sirve de marco a la bandeja de comida que simboliza el poema, hasta la frase más sencilla, tiene su sentido metafórico. Desde este punto de vista, Dina Luz que es bastante osada y atrevida en su poemas, que juega con la metáfora, los símiles y las figuras literarias también induce con el color amarillo, que según la simbología significa, además de la ira y la cobardía, los bajos instintos y la emoción, no es gratuito entonces que entre los miles de colores de la cromatología universal se haya encaminado por el amarillo, que también es el color de la luz, el sol, la acción, el poder y simboliza arrogancia, oro, fuerza, voluntad y estimulo.

Pero en medio de la pasión y el desespero de la mujer que quiere ser amada y agota los recursos que a su paso tiene y en este sentido, parece que la cocina es su último recurso:

¡Vamos mi dulce encanto!,

prueba mi piel que me quiere llover el amor,

me quieren llover las caricias,

me quiere llover la pasión.



La poetisa con sus versos lleva de la mano al lector por cada rincón de la casa, y en cada lugar las palabras y frases despiertan la sensibilidad, unas veces haciendo cosquillas otras veces influyendo como punzadas eróticas. //Si tuviera más tiempo, //si tan solo tuviera un poco más de tiempo // para saborearlo más, //sorbo a sorbo, //humeante, //para olerlo más,// apetecible y profundamente//.

Aunque en nuestros días hay como un despertar apasionado por la poesía erótica, es importante decir que este género no es nuevo. Ni más faltaba. Sin embargo contra ella, como contra la prosa erótica, ha habido muchos tabúes que la han colocado entre la espada y la pared, especialmente si esta es escrita por las damas. Todo se debe a que la poesía erótica, dentro del ámbito de la poesía amorosa, representa una lírica especial de la pasión que exalta el deseo y acepta el cuerpo como el elemento sustancial en el gozo de la sensualidad.

Una rápida mirada en diferentes épocas nos muestra que esta clase de poesía tuvo auge en la antigüedad, ejemplo de ello son los extensos poemas del Cantar de los Cantares, atribuidos a Salomón, en el siglo de oro español, no se quedaron atrás Félix Lope de Vega Carpio y don Francisco de Quevedo y Villegas, ya que en su tiempo fueron más famosos por sus sonetos eróticos que por sus piezas teatrales. En Alemania, el filólogo austriaco, Wilhem Scherer, a mediados del siglo XIX, denominó Frauenlieder a una serie de poemas eróticos, que a pesar de ser escritos por mujeres en el anonimato, fueron atribuidos a poetas masculinos.

Con este concierto erótico sobre el Fuego, que una especie de ráfaga incesante de picardía erótica servida en un plato de comida, la escritora sincelejana se une a esa hornada féminas que de una u otra manera, desde los tiempos de Safo de Lesbos, quien debió reinar en el Olimpo, según los filósofos platónicos, secundada por Asminda de Creta, Corina de Tanagra, y la romana Tesulea, se atrevieron a escribir lo que estaba restringido a ellas y solo era un privilegio de los hombres.

Bienvenida esa invitación que nos hace Dina Luz, al brindarnos este suculento Concierto sobre el fuego – poética culinaria, que seguramente alebrestará más un espíritu al saborear cada plato, en medio del éxtasis y la pasión que le imprime cuando alguno de los lectores se atreva a sujetarla, la tienda sobre la mesa y la saboree como el plato más apetecido. Ojalá que así sea y no se quede /espantando moscas después de la comida/.

Cartagena de Indias, 2 de febrero del 2011

domingo, 31 de julio de 2011

A la Hora de las Golondrinas

A la Hora de las Golondrinas
o la vida andariega de Guillermo Sobrino

Cuando alguien nos dice que escribamos una nota de presentación de un libro o de una obra artística, la mayoría de las veces se nos presenta el dilema acerca de la opinión que se quiere decir. Pues ésta en cierto sentido puede direccionarse hacía una crítica del libro y presentarlo ante la sociedad y emitir una opinión que acerque posibles lectores, ya sea para su compra o por su interés literario; o también podría ser un análisis del autor simplemente del vida del autor o que el expositor hable de él para darse bombos y platillos y jamás mencione la obra que se quiere reseñar. También, a veces sucede que un escritor ampliamente conocido o de poca trayectoria que lea su obra y emita un juicio sobre ella.

Y creo que esto último ha sucedido, cuando el notable escritor Antonio Mora Vélez, por quien tengo una especial deferencia desde ha muchos años cuando él ya era un personaje nacional de la literatura de ciencia ficción y yo apenas trajinaba en la cartilla de cartón los primeros rasgos de la creación literaria, me haya solicitado que sea una especie de padrino al presentar la novela A la hora de las Golondrinas en esta 9ª asamblea Nacional de Escritores de Colombia.

La novela en sus 159 páginas, podría decirse que es la evocación histórica de la vida andariega de Guillermo Sobrino, el narrador, quien cuenta su vida de una manera meticulosa y con detalles que va dejando en cada nombre una puerta abierta para hacer otra narración.

La novela en la que se siente una fuerte presencia de la historia, de la historia nacional, que según una aclaración del autor en el corolario está enmarcada entre los años 1951 a 1966 y luego en 1991. Sin embargo a través de un recurso literario de la caja china o matriuska, como dicen los rusos, el autor monta una época sobre otra época y revive episodios de la historia a través de historias novelescas en las que Sobrino, de ser un simple desertor del ejército llega convertirse en libretista, actor y crítico de radionovelas.

El autor tiene el cuidado de ir dejando en cada página una señal, un indició que permite asociar cada momento de la historia con los sucesos narrados. La influencia de la Revolución cubana en la juventud latinoamericana y colombiana es un plato fuerte en la novela y un documento para conocer como fue el connubio entre el partido comunista y el Movimiento Revolucionario Liberal –MRL-, y por qué su fundador López Michelsen siempre expresaba que el Partido Comunista era su quinta columna.

La formación de las células revolucionarias de la naciente JUCO, los cuadros, nombres de aquellos jóvenes que años después estarán en la palestra Revolucionaria del país y la Montería, la ciudad de las golondrinas, pero también de gamonales y terratenientes que en connivencia con las autoridades hacen toda clase de triquiñuelas para apoderarse de los pocos territorios que brindan oportunidades a la sociedad.

La Historia reciente de montería está vertida como si fuese una sábana de dulces sobre una mesa a la que se puede llegar, saborear y comer, las primeras invasiones, la formación del hoy famoso Barrio La granja.

Todo lo importante en Montería se hace a la hora de las Golondrinas. Es decir al atardecer cuando salen del campanario de la Iglesia a volar y oscurecer aún más la noche. La oración del angellus, las reuniones de las nacientes células revolcuionarias, el estudio del marxismo y de las obras que viene de Moscú a través de diferentes embajadas para que sean estudiados por los nuevos revolucionarios, muchos de los cuales años después estarán pelechando de la burocracia, pero otros seguirán firmes en sus convicciones como en el caso del joven Jaime Bateman.

Los amores de Sobrino con Ana Paola son en cierto sentido la cortina que utiliza el autor para llevar de la mano al lector a los hechos en que se vio envuelta la ciudad de las golondrinas.

Pero Toño también le hace un homenaje a sus amigos, aquellos amigos de juventud con quien compartió muchas de las aventuras narradas. A Damaris y Rebeca, dos hermanas pereiranas, cuadros de la naciente JUCO. Así aparecen nombres como Octavio Rivera, Luis Arenales, Rafael Yanes, el alcalde de Montería que unas veces era revbolucionario y otras veces emerrelistas y hasta godo. El cienaguero Remberto Coronel, Benjamín Puche y muchos otros, todos con oficios tales como zapatero, barbero, bracero, etc. En donde el autor quiere resaltar algo muy importante que los miembros iniciales de las células revolucionarias que conformaron en el país en los cincuenta y sesenta estaban compuesta de verdaderos obreros, gente que quería estudiar y analizar el proceso revolucionario que debía darse en el país. El Importante papel que juega a en la ciudad la emisora Radio Cordobesa, una verdadera escuela de formación, no solo para periodista y locutores, sino también para el arte.

Podría decir mucho más, sobre todo de la Geografía y de los paisajes que nos describe, Pero creo que es mejor que sea el autor quien nos hable de su obra, de este libro ameno, agradable, llena de anécdotas, humana, sencilla, escrita con un lenguaje literario y musical que fluye con lentitud para mostrarnos la vida de Guillermo Sobrino, el desertor que llegó a constituirse en uno de los pilares fundamentales del Partido comunista, en tiempos en que era una célula clandestina en La ciudad de Montería, cuyas reuniones las realizaban a la hora de las golondrinas.

Cartragena de Indias, 15 de julio de 2011

Historia del Colegio Cooperativo de Talaigua

Se funda el Colegio Cooperativo

Aunque muchas personas fueron escépticas respecto a la creación del Colegio Cooperativo, la verdad es que esta llegó como una bendición, pues la mayoría de estudiantes que egresaban de las escuelas públicas de varones y de niñas, quedaban a la deriva y era difícil conseguir un cupo en los colegios oficiales del entorno, ya en el Pinillos de Mompox o en el Brugés Carmona de Santa Ana, en el Magdalena.

Sin embargo el 7 de abril de 1969, llegó a Talaigua el licenciado Eugenio Arrieta, que traía en el maletín el nombramiento de rector provisional para fundar y poner a funcionar una institución educativa, reunió un grupo de personas, entre ellos los antiguos dirigentes del proyecto del Municipio y les comunicó que en Talaigua funcionaría a partir de esos momentos un Colegio Cooperativo de Bachillerato y que esperaba la mayor colaboración de ellos y del pueblo en general.

Poco después del hundimiento del proyecto de municipio se dijo que Talaigua había sido elevado a la categoría de Inspecciòn Departamental, lo que en cierto sentido la separaba de la jursidcción de Mompox, en materia administrativa. No obstante eso nunca llegó a cuajarse.

Ya para esos días, esta clase de instituciones creadas por el gobierno de Lleras Restrepo en 1967, venían funcionando en Barranco de Loba, Calamar, San Martín de Loba, San Pablo, Santa Rosa del Sur, Simití y Zambrano, por lo tanto la información que daba Arrieta, quien oficiaba de rector y su señora, doña Alicia Cueto, de secretaria y docente, era bastante cierta. El gobierno buscaba que la sociedad civil se involucrara en los procesos pedagógicos y se auto sostuviera mediante la creación de las Cooperativas Especializadas de Educación, que dirigirían las instituciones, nombrando el rector, a través del Consejo de Administración, algunos profesores, el personal administrtivo y todos aquellos cargos necesarios para el buen funcionamiento del colegio

.El flamante rector del Cooperativo, que se instaló en una de las escuelas públicas, en contra de la voluntad de algunas maestras, inició sus labores a finales de abril de 1969. Arrieta en compañía de su esposa logró matricular veinte (20) jóvenes, hombres y mujeres que se le midieron a una de las empresas más importantes para Talaigua: la educación secundaria. Según los archivos, entre los primeros maestros estuvieron el sacerdote Justo Pastor López, Tomás Miguel Castro, que lo hacía ad honorem, ya que estudiaba en Tunja y Jorge Eliécer Gulloso, a quien la Cooperativa, apenas alcanzaba a pagarle para la comida, la dormida y el lavado de ropa.

Con el apoyo de quienes habían liderado la campaña promunicipio y el escepticismo de quienes veían aquella empresa como una jugada política, el colegio inició su marcha a tropezones y con un grupo de estudiantes muy comprometidos que realizaban actividades, tales como salones, venta de pasteles, carimañolas, días de campo con el fin de pagar el salario de otros profesores y comprar tizas, escobas, tableros y todo aquello que les permitiera un normal funcionamiento. Quizás uno de los mayores problemas de estas instituciones fue que la gente nunca llegó a entender el papel de la Cooperativa.

Posteriormente el Cooperativo funcionó en algunos locales privados y hubo un caso en que fue lanzado por el propietario del local donde funcionaba porque no se canceló a tiempo el canon de los cincuenta pesos ($50.00). En esos ires y venires del Colegio, unas veces viviendo la era de las vacas flacas y otras las vacas gordas, los gobiernos, departamental y nacional comenzaron a meterle el hombro, nombraron nuevos profesores, la gente comenzó a ver la seriedad de la institución y entonces se le dio como sede la Casa Comunal. Allí funcionó desde el año de 1971 hasta el 24 de febrero de 1974, en que se trasladaría a la sede que ocupa actualmente con el nombre de Institución EducativaTalaigua Nuevo .

El terreno fue adquirido al señor don Mamerto Quevedo por la suma de diecinueve mil pesos ($ 19.000), partida esta que había llegado por conducto de un auxilio conseguido por el senador Miguel Facio-Lince López.

La construcción se obtuvo por gestión del párroco Santiago Bernal, un bogotano de empuje y emprendedor, que había sido encargado de la rectoría del Cooperativo, y logró conseguir las partidas necesarias ante el ICCE para la construcción de los tres bloques y la dotación de la silletería.

Además, fue decisiva y determinante la participación de algunas personalidades de Talaigua como Juan Matute Arce, Evangelista Bravo, Ciro Mancera, Octavia Arévalo, Santos Durán, Wilfrido Martínez, Alfredo de la Peña, y muchas otras que realizaron toda clases de gestiones y actividades con el objeto de dotar la institución de laboratorio, láminas escolares, mapas y todos esos elementos propios de la actividad docente.

Por esas circunstancias del destino, debido a la fuerte inundación que azotó al país a finales de los meses de octubre a diciembre de 1973, no solo las instalaciones, sino todo el predio fue estrenado por los damnificados que se refugiaron allí mientras pasaba la creciente.

Formando profesionales

En las aulas del Colegio Cooperativo, hoy Institución Educativa Talaigua Nuevo, se ha formado el presente y el futuro de Talaigua y las poblaciones vecinas. Algunos de sus egresados, profesionales de las diferentes disciplinas de la investigación, el pensamiento la teología y la creación ocupan altos cargos en el sector oficial o en el sector privado. Muchos de sus profesores y de los alcaldes de Talaigua y la región se formaron en las aulas del Cooperativo. En ellas estudiaron Fernando Matute Turizo, alcalde actual del Municipio y también lo hicieron los ex alcaldes Clemente Cruz Góez, Walter De la Peña, Eric Quevedo Mancera y Alberto Mancera Chica. Otros ex alumnos se encuentran fuera del país y son notables profesionales.

La institución como tal representa el más alto patrimonio de la comunidad, por lo que hizo, hace y hará. Su cuerpo de docentes, profesionales de las áreas del saber, según sus propios estudiantes merece los mejores calificativos.

Actualmente tiene 1579 estudiantes en la jornada matinal, distribuidos en la sede principal y en las siguientes sedes: Escuela Rural Mixta de Tupe, Escuela Rural Mixta No. 2 de Talaigua Nuevo, Escuela Nueva de Caño Hondo y la Escuela Rural Mixta No. 1 de Talaigua Nuevo.

Rectores

Años Nombres y Apellidos Profesión

1969-1970 Eugenio Arrieta Licenciado


1970-1971 Álvaro Cueto Licenciado


1971-1972 Lupe María Montenegro Licenciada


1973- Santiago Bernal Sacerdote


1973-1975 Joce G. Daniels G. Abogado


1975-1977 Antonio Guerrero Canedo Licenciado


1977-1988 Enrique Matute Turizzo Licenciado


1988-1989 Ubadel Villa Mancera Licenciado


1990-1991 Valmiro Canedo de los R. Licenciado


1991-1992 Carlos Ramírez Alvarino Licenciado


1992-1993 Luzmila Matute Turizzo Licenciado


1994-1997 Ubadel Villa Mancera Licenciado


1998-2002 Antonio Guerrero Canedo Licenciado


2003-2006 Juan Mancera Quiroz Licenciado


2006- Ubadel Villa Mancera Licenciado

domingo, 17 de mayo de 2009

Cuento

“Mi nombre es...”
A E. C. Meza Rosales,
a quien el Destino le dio un premio para toda la vida.
Desde la mañana en que el profesor de literatura universal, un anciano bonachón de chivera nevada y puntiaguda y bigotes ensortijados que vestía siempre de camisa y pantalones negros y corbata roja, cuando yo culminaba mis estudios superiores en la universidad local, hizo un alto elogio de mi nombre remontándose a lo más profundo de las raíces griegas, siempre lo llevé con orgullo, al expresarlo y al escribirlo ante los demás, pues hasta ese día, le había reprochado a mis padres que me hubiesen bautizado con un nombre de vieja que, ante mis amigas y amigos se me llenaba la cara de pena y de vergüenza. En mi primer día de clases, cuando apenas tenía cinco años, en el jardín infantil de mi pueblo que lo atendía la señora Altagracia Dos Santos, y al que asistíamos todos los niños y niñas de mi edad, mis compañeritos se rieron y se burlaron al escuchar mi nombre.
-Tienes nombre de señora, me dijo Iluminada de los Espíritus, una niña de mi edad que llevaba gajos rizados en su frondoso cabello rubio y usaba gafas de vidrio grueso por la naciente miopía.
Cuando llegaba a casa y contaba a mis padres lo que pasaba en el colegio, ellos me explicaban que así se llamaba mi abuela y también mi bisabuela y mi tatarabuela y que era una tradición en la genealogía de la familia de mi padre llevar ese nombre. “A la mierda la tradición y también mis abuelas”, pensaba yo a mi corta edad.
Recuerdo que papá, que a veces se las daba de poeta, me decía que ese era un nombre muy importante, porque lo habían llevado varias mujeres de algunas cortes del viejo mundo, cuyos reinos jamás me mencionaron. Hasta mi tío Quinoja, que a veces anda de viejo mandarino y otras de Fauno erótico alborotado, hacía siempre una defensa del nombre de mi abuela, explicando y argumentando que lo importante no era el nombre sino la persona, pero siempre terminaba con una conclusión: el nombre refleja la personalidad de quien lo lleva y que además, éste está signado, mucho antes de nacer la persona, por el inexorable dios Destino en la frente de quien lo ha de llevar, “igual que a la entrada de la gruta de cada mujer escrito está el nombre del hombre u hombres que por allí entrarán, para bien o para mal, para el amor o para el odio”, según las tradiciones islámicas.
Siempre me decía ven acá mi nena, que te voy a decir tu nombre en verso:
Desde pequeña fui una niña precoz, comencé a decir mis primeras palabras cuando tenía seis meses, mientras me pegaba como un político avezado a chupar en la teta de mamá sin importar el lugar que fuera y mis primeros pasos, sin ayuda de nadie ni de nada, los di cuando alcanzaba los ocho meses. Y como si fuese un ave de mal agüero, la madrugada en que nací, contaba papá, mis gritos fueron tan grandes y sonoros, que alhunos los pájaros enmudecieron y otros cambiaron de voz; el búho que todas las madrugadas ululaba en el chopo del anciano campano, metió el pico entre las plumas; el cuervo que graznaba alegre, se escondió en el hueco del medicinal sancuaraño; el turpial que cantaba el himno nacional anunciando la hora del ordeño de las vacas, esa madrugada se olvidó de la letra; el sinsonte que imitaba la voz hueca de Fidel Castro diciendo el discurso de instalación de la Asamblea del Pueblo y hablando mal del imperialismo norteamericano, se olvidó del cubano y comenzó a imitar a Chávez, y, lo más extraordinario, hasta el gallo que anunciaba el polvo de la despedida, sin decir mú, se tiró desde el cogollo de la milenaria ceiba que daba sombra en el patio a caracarear como una gallina vieja. Otros cerraron el pico. Si, el pico, ninguno de esos otros pájaros bullangueros dijo nada ese día.
Con el paso de los años, a medida que dejaba de ser niña, me fui convirtiendo en una mujer; de la escuela de primaria ingreseé al bachillerato y luego a la universidad. Cuando pasaba con mis amigas ante los jóvenes desconocidos, los piropos más bellos eran para mi.
-Para el bombón de mirada dulce como un caramelo, decían.
Luego cuando tenía oportunidad de conocerlos y sabían mi nombre lenta y pausadamente se retiraban, ¡uf, qué nombre tan feo!- decían. Le cogí entonces cierta tirria y antipatía a mi nombre, pues muchos de mis amigos y amigas para molestarme, creo que no eran mis amigos, me llamaban por los dos nombres, si así como les digo, por los dos nombres que papá y mamá me habían maculado en la pila bautismal, y que fueron recibidos con alegría por mis padrinos, Eurípides Ludovico, y mi madrina Eleodora Prudencia, ¡qué vergüenza! Cierta vez que a la casa de mis padres, llegó el notario del pueblo, y cuando ansiosamente esperaba el coqueteo de los jóvenes de mi edad, le pregunté si yo podía cambiar mi nombre por el de alguna de esas mujeres famosas como Jacquelinekenedy, Isadoranorden, Leididiana, Isabellacatólica, Estefaníademonaco, Goldameyer, Gretagarbo, Briggitbardó, Teresadecalcuta, Isabeldeinglaterra, Elizabethtailor, o que simplemente me llamara Maríaestuardo.
-Pero mija, me dijo con el tono paternal de los escribanos de pueblos, si tu nombre es el más hermoso de cuantos hay en el santoral romano, y la Santa mejor hablada porque es la que mejor expresa la lengua. Nunca entendí la última frase de su discurso.
Desde ese día jamás volví a contarle a nadie sobre la vergüenza que sentía por mi nombre. Los pocos novios que tuve, cuando me escribían cartas de amor, ponían mi nombre entre comillas como si se burlarán de él. Pienso que el hecho más bochornoso fue el día en que iba a contraer nupcias. El templo estaba abarrotado de parientes, familiares y chismosos. La orquesta que había contrato papá tocaba los más bellos porros de mi tierra y yo por la emoción tenía hasta el último pelo de punta. Cuando el cura me preguntó “Señorita....quiere a... por esposo”, mi novio se quedó serio, miró al cura a los presentes y después a mi y me dijo: “tu eres... tú te llamas así, ese es tú nombre”, y salió corriendo por la nave central de la iglesia. Jamás volví a verlo. Y lo peor era cuando llegaba a las fiestas, pues siempre había alguien de mis compañeros que para molestarme, se subía a la tarima y decía “acaba de llegar la señorita....recibámosla con un fuerte aplauso”. A lo largo del recorrido de las clases, pues debido a mi nombre cambié de colegios en varias ocasiones, siempre mis profesores decían usted es la niña que más y mejor habla, por eso tiene el nombre bien puesto. Jamás comprendí el sentido de aquellos comentarios.
Desde aquel día glorioso en que el profesor de Literatura Universal me descifró la etimología de mi nombre, hasta hoy, han pasado muchas lluvias. En el ejercicio de mi profesión conocí otras personas, hombres y mujeres, amigas y amigos, a quienes jamás le demostré pena ni vergüenza por mi nombre, todo lo contrario para hacer honor a él hablaba más. Los que me escuchaban, que eran otros amigos, me decían haces honor a tu nombre. Y después de aquella boda frustrada, tuve muchos novios y amantes, hasta que llegó uno que supo donde estaba mi gracia y, cosa rara, él no se enamoró de mi, si no de mi nombre: es lo más hermoso que he oído, me susurró al oído. Y entonces recordé lo que me decía Quinoja, el tío mandarino que aún sigue alebestrado buscando zagalas por las tierras españolas: que toda mujer a la entrada de su gruta trae escrito el nombre del hombre u hombres que por allí entrarán. Y mi gruta no iba a ser la excepción.
Cartagena de Indias, 11 de enero de 2007