martes, 31 de enero de 2012

El Nóbel más largo del mundo


Hace pocos días Oniris Candela, una joven campesina de Pueblo Bonito que despertó de un coma que la mantuvo desprendida del mundo durante casi veintipico de años y alimentada únicamente por el suero casero del agua de coco, se sorprendió porque la primera noticia que escuchó en su destartalado radio phillips aludía a que llegaba a Colombia el Nobel García Márquez. ¿Cómo le dieron otro premio a Gabo?, preguntó aún medio adormilada.

Y es que entre las muchas cosas más grandes del mundo, además de la mina de carbón del Cerrejón, los yacimientos de níquel de Cerromatoso, la roca de oro de Doña Juana, en el sur de Bolívar, los narcotraficantes más buscados del mundo, los burócratas más corruptos del mundo, también tenemos el Nóbel más largo del Mundo, que llega a casi veinticuatro años, o lo que los mismo, 288 meses, que son iguales a 8.760 días, que equivalen a 210.240 horas, y lo que es mejor, cada día se rejuvenece más y más como el mítico Ave fénix, que renacía de sus propias cenizas, convirtiéndose en una especie de amuleto para sus pregoneros, que consideran que el Premio Nobel, aún sigue vigente.

El Nóbel que es un galardón apetecido por muchos escritores, pero también repudiado por otros, que ven en él el resarcimiento que hace al mundo el creador de la dinamita que tantos y tantos daños causó y causa a la humanidad, que para la mayoría de escritores que lo han recibido solo ha demorado un día; aún en nuestro país el Premio Nobel está más vigente que nunca y cuando en el horizonte asoma “aurora, la de los dedos de rosa”, emerge como la gran esperanza, como la más soñada ilusión de muchos colombianos.

No recuerdo que alguna vez se haya dicho Hemingway, el Premio Nóbel norteamericano, o Juan Ramón Jiménez, el Premio Nóbel español, mucho menos Camus, el Premio Nóbel francés, o Saramago, el Premio Nóbel portugués. Nada de eso. Para muchos escritores, el Premio Nóbel no es privilegio sino un estorbo, un karma, y muchos de ellos hacen hasta lo imposible para que no se haga alusión cuando están en algún acontecimiento público.

No sucede lo mismo con el escritor de Aracataca, a quien sospechosamente, como una gran mamadera de gallos, se le han endilgado las palabras Premio Nobel, como si hicieran parte de su apellido. Para muchos escritores colombianos, el hecho de que aún, veintitantos años después una gran cáfila u hornada de periodistas sigan llamando a García Márquez el Premio Nobel colombiano, no le hace ningún bien a la literatura colombiana, por cuanto limita y estrangula a otros creadores en sus aspiraciones a acceder a tan renombrado y también desprestigiado galardón, no porque no sean buenos y tal vez mejores fabuladores, sino porque esté es un país muy tradicional, que como en algunas sociedades tribales, solo creía en las primogenituras. Y en todo caso, mientras se siga trillando el estrambote de “el premio Nóbel colombiano”, habrá otras personas, que como Onisirs Candela, después de un largo sueño, también se estarán preguntando si García Márquez fue premiado nuevamente con un nuevo galardón.



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