El acoso sexual muy en boga en nuestros días y al que se ven sometidas algunas féminas por parte del personal masculino y femenino, no fue un invento de reyes ni de plebeyos, menos de africanos, tampoco de europeos ni de maestros o curas. Fue una práctica muy común entre los dioses de todas las mitologías, especialmente del Olimpo, que no podían ver una diosa o dama que se bañara en las tibias aguas de la Laguna Estigia o del Erídano, para inmediatamente arrastrarle el ala y caerle como un ave de rapiña.
Para los sexólogos, mamasantos y arúspices de nuestro tiempo, cuando escuchan y ven por los noticieros de radio y televisión o prensa escrita que tal o cual persona fue acosada por su jefe; o que la secretaria que le dobla la edad a su superior, que apenas llega a los veinticinco años lo denunció porque todas las mañanas cuando llega a su oficina le pellizca el tafanario; o que el santo padre de la Capilla de Santa Perucha, que jamás ha tenido un mal pensamiento invita a las niñas a la sacristía de su iglesia para que escuchen el cuento del Lobo y Caperucita y allí les da el zarpazo; inmediatamente vociferan, condenan la humanidad actual, ponen el grito en la bóveda celeste y gritan que todo esto sucede por el grado de descomposición a que ha llegado la familia y la sociedad.
En todas las mitologías, africanas, asiáticas, europeas, australianas y americanas, una de las constantes siempre ha sido el acoso sexual, tanto de dioses masculinos y femeninos. No hubo dios en el Panteón griego que no arremetiera con su falo erguido contra alguna diosa desprevenida o contra fémina que le despertara y alborotara sus instintos sexuales. Zeus, el padre de los dioses, no solo acosó a sus hermanas, primas, sobrinas, hijas, sino que también llegó al colmo de acosar a su propia madre. Lo propio hicieron Odumare, Quetzalcóatl, Afrodita y Amón-Ra. Ninguno de ellos estuvo quieto y tampoco respetaron a sus inferiores cuando de sexo se trataba.
En Colombia, esta ha sido una práctica muy común entre abogados, policías, médicos. curas, maestros, políticos, deportistas, funcionarios de alto rango y hasta presidentes de la República, pues desde los tiempos de Bolívar, que era un acosador furibundo, con muy raras excepciones los que se han sentado en el solio, han tenido las manos quietas, y jamás se han resistido a la tentación de rozar con sus manos maléficas a las calipigias que se pasean ante ellos desafiantes y provocativas.
El acoso sexual es cualquier conducta o avance sexual no deseado el cual interfiere con el derecho de la persona de realizar o participar en una actividad. Se puede manifestar de palabras o de hechos. Tocando, agarrando, acorralando, haciendo gestos o insinuaciones, enviando fotografía o pintando graffiti. Según los investigadores, para que haya acoso sexual es necesario que la conducta sea iterativa y que no exista acuerdo previo entre el acosado y el acosador.
En cierto sentido, los acosos sexuales que en los últimos tiempos han llenado páginas de la prensa ecuménica en los que se han visto comprometidas importantes figuras de la política mundial, incluido el de Clinton, que acorralaba, arrodillaba y fusilaba a su víctima, no son sino pequeños retazos de una herencia ancestral y mitológica, que viene desde los tiempos en Pan y Baco, que en estado de beodez, andaban con su séquito de sátiros por las colinas escarpadas de la Arcadia, acosando y seduciendo a cuanta ninfa, náyade, potámide, xana, oréada, driada o joven mortal indefensa encontraran por esos lares. Desde el punto de vista de la simbología, si los dioses, que eran dioses y todo lo pueden no podían sustraerse a los requerimientos del placer, qué podemos hacer los humanos ante semejantes situaciones, si somos juguetes del destino y marionetas en los dedos de una mujer.
Publicado en el diario La Verdad de Cartagena, el día domingo 10 de febrero de 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario