En medio de la alharaca que se ha suscitado en muchos pueblos de la tierra por la elección de Barack Obama como el primer presidente afrodescendiente de Estados Unidos de América en sus casi dos siglos y medio de existencia como Nación soberana, también debemos prepararnos para vivir los cambios prometidos, los que no deben quedarse únicamente en el fortalecimiento de la economía local, la reducción de impuestos a la clase media, el fortalecimiento de los ingresos de los más pobres de sus ahorros y el de los jubilados, el fin y salida de las fuerzas invasoras en Irak, entre otros, sino también que, como en su momento lo hizo Juan Pablo II que ofreció disculpas y pidió perdón por aquellos actos en que la Iglesia Católica fue connivente, Barack Obama debe pedir perdón y ofrecerle al mundo disculpas por las brutales agresiones de que han sido objeto muchos pueblos del mundo por las fuerzas invasoras norteamericanas.
El hecho histórico y memorable de que haya sido elegido por la mayor cantidad de sufragios en toda la historia norteamericana, que haya arrasado con la maquinaria de los Clintons & LTDA, que haya doblado el número de delegados electorales, que se haya apropiado de la Cámara y del Senado, que haya barrido en cuanta elección se le presentó, que haya despertado del marasmo y la anosmia el debate político norteamericano y haya creado la mayor empatía entre los pueblos del mundo hacía uno de los cargos más injuriado en la historia de los pueblos de la tierra, le permite a Barack Husseim Obama, no solo reivindicar sus ancestros de los negros esclavizados y discriminados en los casi dos siglos y medio de historia republicana y las salvajes cacerías y masacres cometidas contra los heroicos y valientes pueblos aborígenes como los siux, shosones, pieles rojas, iroqueses y apaches, sino también humanizar la Casa Blanca y cambiar el paradigma de la agresión contra los pueblos, so pretexto de mantener “la paz y la libertad”.
Los pueblos de todos los continentes, esos mismos pueblos que en muchos lugares remotos de la tierra, organizaron fiestas y milongas, mingas y chandés, francachelas y ágapes, pasodobles y fandangos, que izaron, blandieron y esgrimieron el estandarte que más ha sido pisoteado y quemado porque es considerado como el símbolo del pueblo más invasor y agresor del mundo, están a la expectativa, esperando que el flamante presidente Obama, en un acto de buena fe de lo que será su administración, retire el Embargo Económico que durante más de cuatro décadas ha soportado con bravura y valor el Pueblo Cubano.
Para muchos entendidos en la materia, para los eruditos en cuestiones de Política Internacional, para los sabios y doctos en asuntos de relaciones exteriores, Barack Obama seguirá con las mismas directrices trazadas por los tristemente célebres William Eaton, Monroe, Marshall, McCarthur y Roosvelt, padres de las doctrinas que esgrimen las fuerzas invasoras norteamericanas, sin consideración a la autonomía y soberanía de los pueblos. Otros por el contrario, esperan que el primer afroamericano en llegar a la presidencia norteamericana, el cargo más importante del Mundo, lenta y paulatinamente irá cambiando el concepto del respeto a la autodeterminación de los pueblos, apoyando sus programas de desarrollo sin imponer ninguna clase de prerrogativas.
En todo caso, para el mundo es oxigenante que haya llegado un descendiente de Changó, que Obama, por su condición de descendiente de los bantúes o carabalíes, etnias que habitaron antiguamente el territorio de kenyano, no defrauda la opinión mundial y mucho menos a los miles de latinos, afrodescendientes y discriminados, que esperan que su Política de Agresión, pase a ser en su mandato una pieza de museo, para bien y para la libertad y la paz de los pueblos.
martes 28 de octubre de 2008
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