sábado, 24 de marzo de 2012

Baltazar Garzón y la etnia Chimila



El juez Baltasar Garzón, famoso no por el arresto propinado a Pinochet, sino porque fue el primero de los muchos jueces no venales del mundo que se atrevió a escuchar las voces de los que no tienen voz, y el que hasta ahora se ha atrevido a señalar a quienes han cometido grandes genocidios en la historia contemporánea, en mi humilde condición de descendiente de la etnia Chimila, seguramente él no sabe que de todas las tribus que enfrentaron sus paisanos para birlarle el territorio y sus riquezas, esta fue la más brava, valiente y heroica, quiero solicitarle que haga un retroceso de doscientos cincuenta años a la historia y abra causa a los reyes de España por la arremetida exterminadora que reiniciaron en 1750

Lo más seguro es que esta nota pública, que no es una denuncia, no llegue a oídos del juez Baltasar Garzón, y se llega lo más seguro es que se hará el sordo, y tampoco a las cortes de España y muchos menos traspase el blindaje que arropa al rey de España, a lo mejor se queda en algún cuarto olvidado, en el de San Alejo o es posible que algún alma caritativa se la haga llegar por las vías expeditas de nuestro tiempo, correo, Internet o simplemente diga que estoy más desfirolao por cuanto trato de mancillar una de las instituciones más prestigiosas de nuestro tiempo y la que en cierto sentido puso fin a la sangrienta y funesta dictadura de Franco.

Pero, si los jerarcas de la Iglesia Católica, que gozan de tantos y tantos privilegios, respetos y títulos, en los últimos tiempos han reconocido los desmanes y atropellos contra muchos pueblos del mundo, especialmente por la diáspora judía, y también reconocieron su parte de culpa en las atrocidades de Hitler y de tantos genocidas del mundo, creo que también el Rey de España, en su sana sabiduría debiera ofrecer excusas, pedir perdón y resarcir los daños cometidos por sus antecesores al pueblo colombiano, en especial a quienes llevamos y nos enorgullecemos de que por nuestras venas fluye aún la indómita y salvaje sangre americana.

Los Borbones españoles del siglo XVIII, entre ellos Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, con el ánimo de aplicar su política de reformas, que no solo se empleó en España, sino que abarcó a las Colonias americanas con tan funestas consecuencias, que del año de 1741 al 1778, la bárbara nación Chimila que habitaba en el territorio de la llamada Gobernación de Santa Marta, fue asediada, desplazada, sacrificada, sometida y minimizada. De unos 100 mil indígenas que poblaban aquellos territorios a donde había sido imposible penetrar los españoles, apenas quedaron unos pocos para contarlo.

Esos hechos que los cuenta el maestre de campo don José Fernando de Mier y Guerra, Caballero de la Orden de Santiago, quien además fue testigo y protagonista, están contenidos en sus documentos sobre Poblamientos de la Provincia de Santa Marta en sus informes a la Corona. Allí cuenta como llegaban sus huestes a las aldeas, y arramblaban con todo lo que encontraban a su paso, siempre con él animo de exterminar a los Chimilas, porque éstos habían resistido el asedio desde la llegada de Balboa a las bocas de Yuma en 1501. Ese sangriento y aleve ataque de que fueron víctimas los Chimilas, dejaría como consecuencia la refundación de las poblaciones de Plato, Chimichagua, Santa Bárbara de Pinto, Santa Ana, San Sebastián de Buenavista, Guamal y Nuestra Señora de la Candelaria de El Banco, entre otras.

Aunque para muchos investigadores del Derecho Internacional estos hechos hayan preescrito, es posible que el juez Baltasar Garzón, que ha demostrado que es un duro e inexorable personaje de la justicia internacional, estudie este caso, para bien de la Historia Universal y conmine a sus propias autoridades reales a que, por lo menos, sino resarcen el daño causado por sus antecesores reyes, por lo menos ofrezcan las excusan a quienes descendemos de la etnia Chimila, la más valiente, brava y heroica de cuantas habitaron el territorio americano, porque si no lo hace, demostraría con ello no solo su parcialidad sino un irrespeto al pueblo americano.

Duario la Verdad,  Cartagena, jueves 5 de abril  de 2007                                       



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