jueves, 8 de marzo de 2012

EN DEFENSA DEL BURRO DE TURBANA


Ante la alharaca de voces y contumelias, de insultos y amenazas ofensivas que se han levantado en contra del pobre burro de Turbana, que le mordió la nariz a una parroquiano de aquella población, considero justo y necesario hacer la defensa de ese infortunado y humilde animalito que tantas y tantas glorias le ha dado a la economía del país, y especialmente a nuestros campesinos, a pesar del buque, el tren, la tractomula y el avión.

El burro es según lo estudiosos de la biología, el animal más manso de cuantos existen en el mundo y el más resistente a la fatiga, el hombre lo maltrata, lo esclaviza, lo mal alimenta, y el pobre burro jamás dice nada, nunca rebuzna y tampoco da patadas. Tan manso y noble es el jumento, que a pesar de que el hombre le seduce a su hembra, jamás produce un solo relincho de protesta.

De todos los equinos y bestias de cargas, el onagro es sin lugar a dudas el que menos costoso le sale al hombre, pues mientras los caballos, bueyes y hasta los mulos se alimentan de pienso, heno y forraje y su trato es de estrato 6, los pobres asnos, tanto los salvajes como los domesticados, además de que tienen la virtud de buscar su propia comida y alimentarse con hierbas y hojas secas, también rebuscan entre los rastrojos y matorrales raíces afrodisíacas, que muchas personas consumidoras de viagra envidiarían.

En la antigüedad el burro fue un animal distinguido hasta el punto de que hubo sociedades primitivas que practicaron la onolatría y lo asimilaban al mito de Príapo. Según el Libro de los Números, Dios le habló al pueblo de Israel, por medio de la burra que montaba el adivino Balaam. Jesús lo utilizó como medio de locomoción y en un pollino manso llegó a Belem. Lucio Apuleyo lo inmortalizó en El Asno de Oro, y lo propio hicieron Sancho Panza con su Rucio y Juan Ramón Jiménez en “Platero y Yo”. En nuestro país no solo ha sido elegido en algunas ciudades concejal y diputado, sino también representante y senador.

Muchos serían los argumentos que tenemos para hablar bien y defender a este pobre animalito que llegó desde Libia con los invasores, que como el más sometido de todos los esclavos aguanta palo, hambre y sed y cuanto castigo le propina el hombre y que ha caído en desgracia por, seguramente, haberse defendido. Podríamos preguntarnos cómo fue qué una persona de casi dos metros se dejó morder la nariz por un jumento que apenas alcanza un metro y medio de altura. Algo le estaba haciendo este personaje a nuestro querido burro, pues difícilmente, un animal que de acuerdo con su estudio filogenético es el más manso y obediente del mundo, haya cometido semejante mordida.

La fiscalía y la sociedad protectora de animales, pues este es un caso es para ellas, ya que está de por medio la vida no del burro jarocho de Turbana, sino de todos los animales que en el futuro traten de defenderse de sus agresores, deben investigar el caso y encontrar al culpable, sea el burro o la persona agredida, pues considero y es mi punto de vista, que ese jumento, que según me han contado las pollinas de aquella población, es el más querido y el que más piropos les echa cuando ellas mueven la cola, nunca se ha rajado un peo en público y que además se ha distinguido por su educación y respeto, no hizo otra cosa que defenderse de una agresión consuetudinaria que seguramente le propinaba en esos momentos el ahora ñato de Turbana.

Diario La Verdad
2A Cartagena, miércoles 31 de enero de 2007

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